Empiezo con...

Y LLEGÓ SEPTIEMBRE…

Con las pilas cargadas parece que es posible comerse el mundo, parece que los proyectos que costaba poner en marcha en julio están al alcance de la mano. Para eso sirven las vacaciones.

He empezado cambiando el nombre al programa de libros de Gestiona Radio, para aligerarlo, y ahora se llama LITERATURA Y COMPAÑÍA, como este blog. Ha perdido todo para no perder nada. Tenemos un Facebook (https://www.facebook.com/literaturaycia/) y una cuenta de Twitter @LiteraturayCia (https://twitter.com/LiteraturayCia) e iremos colgando aquí todo lo que tenga que ver con el programa. Vamos a hacerlo grande.

Arrancamos el domingo 10 de septiembre a las 20 horas. Ya hemos cerrado una entrevista con CARLOS FRONTERA en el primer programa, y estamos esperando para confirmar la entrevista con otro autor que ha escrito uno de los libros que más me ha gustado últimamente.

He empezado a leer a Carlos Frontera, pues, y su volumen de relatos editado por Páginas de Espuma «Andar sin ruido», pero también he empezado con la última novela (de casi mil páginas) de PAUL AUSTER, «4, 3, 2, 1», editada por Seix Barral. Además, he ojeado (y hojeado) «Fred Cabeza de Vaca» de VICENTE LUIS MORA, editada por Sexto Piso, y ya me estoy poniendo nervioso, ya no tengo tiempo, porque vienen muchos más y todos me apetecen muchísimo. Menos mal que se ha acabado GOT…

Los últimos días de agosto se los he dedicado a mi familia, a Karl Ove Knausgard y a Richard Ford. Si el primer libro de la serie «Mi lucha» del autor noruego me gustó el segundo volumen, «Un hombre enamorado», me ha apasionado. Publicaré la reseña en breve: una delicia.

Os iré contando todo. Os espero…

 

Empiezo con...

«La invención de la naturaleza» de Andrea Wulf

Tenía unas ganas enormes de coger este maravilloso libro que editó Taurus en septiembre de 2016, y ha llegado el momento.

Con el subtítulo «El nuevo mundo de Alexander von Humboldt», Andrea Wulf intenta «redescubrir a Humboldt y devolverle al lugar que le corresponde en el panteón de la naturaleza y la ciencia«. Y el resultado es espectacular, pero es que el personaje lo es también.

Un hombre con un talento, una capacidad de estudio y de observación y un tesón extraordinarios, un gran explorador. Fue el primero que observó la naturaleza como algo interconectado, como una red, como un todo, y la mayoría de los ecologistas y los escritores sobre temas de naturaleza se basan en su visión, aunque a veces sin saberlo. Nos brindó nuestra concepción de la naturaleza. Pero además influyó en muchos de los mayores pensadores, artistas y científicos de su tiempo: desde Thomas Jefferson, a Darwin, Wordsworth, Coleridge y hasta el mismo Henry David Thoreau, Simón Bolivar y Goethe, que dijo de él que pasar unos días en compañía de Humboldt era como «haber vivido varios años».

Tiene más lugares designados en su honor que ninguna otra persona (glaciares, cadenas montañosas, parques, condados, ciudades, plantas, animales, minerales, y hasta una zona de la Luna), y sin embargo puede que le hayamos olvidado.

Yo voy a ponerle remedio con este magnífico volumen, escrito con pasión, muy documentado, exhaustivo y sin embargo (hasta ahora) ameno y emocionante.

Ya os contaré…

 

Empiezo con...

«Moravia» de Marcelo Luján, en Salto de Página

No sé por qué dejé pasar esta novela (escrita en 2011) cuando la reeditó Salto de Página ni por qué no arrastré hasta la emisora a Marcelo Luján para entrevistarle, con lo que me gusta, con lo que me maravilló «Subsuelo».

Pero llega el verano y me he lanzado a por ella. Y ya ha llegado Juan Kosic, el bandoneonista estrella de la orquesta del maestro Alfredo Pegassi, al puerto de Buenos Aires y ya me ha hecho temblar un poco Marcelo Luján cuando Lidia Estefanía ha dicho unas palabras en checo y en la aduana han dudado si dejarles pasar, manejando la tensión como pocos. Ya se han subido al tren que les llevará al interior, a demostrar a la madre que él ha triunfado, que se equivocan los que decían que fracasaría, que no llegaría a nada, cargado de dólares y de misterio.

Me va a gustar. Me está gustando.

Ya os contaré.

 

 

Empiezo con...

«La muerte del padre» de Karl Ove Knausgard

De entre todos los posible libros sonrientes de mi estantería me he decidido por el primer volumen de este interesante proyecto literario (con el peor nombre del mundo: «Mi lucha»).  Y os tengo que confesar que en 2012 me lancé a por él y no pasé de la página 80. No logró interesarme. A pesar de ello he ido guardando en mi estantería cada uno de los cinco volúmenes publicados esperando tiempos mejores. Ayer era el día para volver a empezar: un domingo triste, solitario, soleado, veraniego. Y tengo que confesaros, también, que esta segunda vez me apasionó.

He llegado sólo (y solo) hasta la página 150, y son 499, pero empieza con una reflexión sobre la muerte impresionante, y hasta ahora está contando sus recuerdos de infancia con un padre extraño, irascible y autoritario, una madre amable pero ausente, mezclándolo con el momento en el que está escribiendo, y aunque es verdad que va y viene, que se detiene en detalles que amplía, que a veces parece que no avanza y que lo que nos cuenta no es interesante, está lleno de reflexiones profundas, de sinceridad, de emoción, y sobre todo de verdad.

No sé qué diferencia o qué debería diferenciar estas memorias de una novela de ficción, tal vez precisamente ese tono, esa cadencia, ese ritmo, que se parece mucho a la vida misma. Porque a mi personalmente me da igual saber que lo que me cuenta sucedió de verdad. No me importa si la Bovary existió de verdad, si el coronel Aureliano Buendía recordó o no el día que su padre le llevó a conocer el hielo, o era una ficción. Todo es literatura.

Creo, de todas formas, que deberíais leeros el artículo a la contra que Alberto Olmos publicó en El Confidencial, no solo porque es divertidísimo sino porque puede que tenga razón y Karl Ove esté sobrevalorado. (https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2017-06-14/karl-ove-knausgard-tiene-que-llover-escritor-sobrevalorado_1398583/)

Ya os lo contaré…

 

 

Empiezo con...

«La distancia que nos separa» de Renato Cisneros

Me atrajo de este libro su temática, la relación con el padre, un ajuste de cuentas o, más bien, la búsqueda del padre como forma de encontrarnos a nosotros mismos. No sé si los libros nos eligen a nosotros o si, inconscientemente, buscamos que los libros nos consuelen, nos expliquen, nos remuevan. Hurgar en las heridas, incluso provocarlas, como dijo Cioran. Tal vez por eso he empezado a leerlo ahora, en este momento de mi vida.

«Pueden pasar viente años desde que enterraste a tu padre sin que te preguntes nada específico respecto a los estragos de su ausencia. Pero cuando más familiarizado  crees estar con esa desaparición, cuando más convencido te sientes de haberla superado, un fastidio empieza a carcomerte.»

«La ignorancia es desamparo y el desamparo intemperie: por eso irrita, aturde, da frío. Por eso desentierras. Para saber si conociste a fondo a tu padre o solo lo viste pasar. Para saber cuán inexactos o deformados son los recuerdos esparcidos en la sobremesa de los almuerzos familiares; qué esconden esas repetitivas anécdotas que, contadas como parábolas, grafican muy bien la superficie de una vida, pero nunca revelan su intimidad; qué recortada verdad se oculta detrás de esas fábulas domésticas cuya única finalidad es labrar una mitología de la que ya te aburriste, que ya no te hace falta porque además no te alcanza para responder las calladas, monumentales e inhóspitas preguntas que ahora estrujan tu cerebro.»

«Si consigo entender quién  fue él antes de que yo naciera, quizá podré entender quién soy ahora que está muerto.»

Tiene buena pinta. Ya os contaré.

Empiezo con...

«Musa», de Jonathan Galassi

Acabo de empezar a leer «Musa», de Jonathan Galassi @AnagramaEditor.

Hay libros que he ido dejando apartados mientras que hacía el programa de radio porque sabía que no iba a poder entrevistar al autor, porque tenía que leer los libros que entraban en el programa, nada más (y nada menos). Libros de autores extranjeros, sobre todo. Libros que me llamaban cada semana desde el estante, pidiendo su turno, que me sonreían o me insultaban, que me hacían guiños, que murmuran cuando me planto delante de mi biblioteca para elegir uno.

Desde que se acabó el programa, a primeros de julio, tengo muchos libros sonrientes en una estantería, separados de los demás. No tendré tiempo de leérmelos todos antes de septiembre, pero lo intentaré.

«Musa» habla del mundo de la edición. Me da rabia no conocer mucho más a fondo ese mundo, en ese tiempo, porque es un roman à clef  y sé que se me escapan nombres, que disfrutaría mucho más las anécdotas si supiera reconocer a los personajes reales. Es refrescante, con un tono de comedia complicado. El tema me parece apasionante.

El autor dice que es una historia de amor pero que el amor es un terrible sufrimiento y que le damos demasiada importancia. El amor está sobrevalorado. En esta época de mi vida no puedo estar más de acuerdo.

Ya os contaré…