Lecturas

ENRIQUE DE HÉRIZ

Ayer murió Enrique de Hériz. Nada más enterarme, sin dar crédito aún al tweet de Rosa Montero, me inundó una profunda pena y recordé el arranque de «Mentira», su gran novela: «¿Muerta? ¿Muerta yo? A quién se le ocurre. No mientras quede una sola palabra por decir«.

«Mentira» es uno de mis libros favoritos. No puedo olvidar el impacto que me provocó su lectura, la emoción. La historia de esa mujer dada por muerta que se plantea desaparecer y que, sin embargo, vuelve, que renace de alguna forma. La historia de esa familia que sufre la desaparición de la madre y que se descompone poco a poco, que se busca. Una novela sobre quienes somos, y sobre como nos ven los demás, sobre las mentiras que se van contando de generación en generación y que nos sostienen de alguna forma. Una novela que contiene tantas cosas.

«Mentira» me descubrió quien soy. Porque nunca he sido capaz de contar un libro como conté «Mentira» en la radio. Y desde que lo hice supe que seguiría recomendando libros como lo hago. «Mentira» me dio la razón.  La recomendé por primera vez en Onda Cero, en el programa «Agosto en la Onda» que dirigía Javier Ruiz Taboada (y donde compartí micro con el gran Pepín Tre) y fue un momento mágico. recuerdo que cuando terminé de hablar de «Mentira» Pepín Tre me felicitó y Taboada dijo que hasta me temblaba la mano. Y era verdad. Era pura emoción. En septiembre empecé a trabajar en el programa de Isabel Gemio y para mi primera intervención elegí volver a hablar de «Mentira». Como si fuera un talismán. Y se volvió a repetir la magia. Nunca, de verdad, he contado tan bien un libro como lo conté ese día. Tanto, que a los pocos días me llamó él, Enrique de Hériz, para mi asombro. No nos conocíamos. Me dijo que me había escuchado en la radio, que le había gustado mucho y que me quería conocer. Estuvimos un rato hablando del libro, de la lectura que yo había hecho, y quedamos en vernos en una presentación que se hizo en en el FNAC de Callao.

Después de la presentación nos saludamos, nos dimos un abrazo y me dedicó el libro. Estuvo cariñoso, cercano, encantador. Me hizo una dedicatoria hermosa, maravillosa: «Antonio; no sé si puedo dedicarte esta mentira; ya es más tuya que mía. Y encima me la devuelves convertida en verdad. ¡Gracias!»

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Guardo el libro como una joya. Está maltratado por las sucesivas lecturas, y lo que le queda, porque ahora me lo voy a volver a leer. Hay que leer a Enrique de Hériz. Yo le conocí poco y le leí mucho. Me parece un gran escritor y me pareció una persona extraordinaria.

Aún no lo puedo creer. Quedaban tantas palabras por decir.

 

Lecturas

Lecturas por capítulos

Mi biblioteca es un ecosistema. Y la parte donde están los libros pendientes de leer es la selva. Cuando yo me voy (como los juguetes en «Toy Story») mis libros cobran vida: se insultan, se increpan, presumen de ser el siguiente, mientras los libros de la zona civilizada, ordenados por orden cronológico, les miran de reojo.

Hay una balda donde están los libros que me voy a leer en cuanto tenga un momento, sí o sí, pero que, o porque son voluminosos, o porque ha pasado su momento de actualidad, he ido posponiendo. No sé si serán los libros para el verano. Allí está los últimos de Auster y de Almudena Grandes, está «El cuento de la criada» o el «Adiós muchachos» de Sergio Ramírez y también «Black out» de María Moreno, el último de Padura o «Homo deus». Si no los leo razonablemente pronto estos libros irán a la zona civilizada, cada uno en su país, por orden alfabético, esperando a mi jubilación o a una lotería.

Luego está la balda de los libros pendientes, donde es malo estar cuanto a la izquierda, porque los que van llegando los coloco a la derecha y el último sujeta a los demás. Hay guerra. Los cambio de sitio. Los priorizo. Cada vez que termino uno me voy a esa balda para elegir otro: y vuelvo a leer el argumento, hasta me leo las primeras frases, los huelo, los sopeso, miro cuántas páginas tiene y me pregunto qué me apetece. Y no es raro que me lleve cuatro o cinco a mi sillón de lectura y que no me decida por uno hasta que no haga unas catas. O que me lleve uno pero lo cambie. Ayer me pasó eso con Juanjo Millás: después de ser el elegido, de sacar la lengua a los demás mientras se venía conmigo, volvió a su sitio y me llevé el de Martínez de Pisón.

En esta balda hay cerca de treinta libros y todos quieren ser el primero. De derecha a izquierda, ahora mismo (todo puede cambiar en la selva de la novedad), está el último de Juan Tallón, que tiene un pintón y seiscientas páginas, está Soto Ivars, «El coleccionista» de Fowles, «Artífices de azar» de Yoav Blum, Millás, Volpi, Neuman y Daniel Ruiz y su «Maleza», están Hernán Zin, Vladimir Hernández, Kiko Amat, y David Monteagudo. Gumucio y Tom Perrotta marcan la frontera de la esperanza. Más allá empiezan a correr el riesgo de pasar a la balda de los «sí o sí pero ya veremos cuando» y de ahí a la civilización. Y os garantizo que hay algunas joyas.

Los libros de los autores que voy a entrevistar están a salvo en una balda separada. Ahora me esperan allí el «Amor fou» de Marta Sanz, que viene en dos semanas al programa y «Expediente Ananda» de Nacho López Llandres.

Y luego está la balda de los libros que leo poco a poco, por capítulos. Les tengo un cariño especial. Son unos cuantos libros que me llevo casi todas las noches conmigo y de los que me leo, cada noche, un capítulo. En esa balda está «Solenoide» (que me leo así por consejo de Eduardo Laporte), está «¿Qué estás mirando?» de Will Gompertz, esa maravilla editada por Taurus que me guía, con plano de Metro incluido, por el arte moderno. También hay dos libros pequeños, las «Meditaciones» de Marco Aurelio, editadas por Alianza (cada noche me leo una o dos), y «Escribir, tan solos» de Carlos Skliar, una maravillosa reflexión sobre la soledad de los escritores que intento disfrutar en pequeñas dosis. A esta balda se acaba de incorporar «El amor después del amor», un libro ilustrado, magnífico, editado por Bridge, que cuenta historias de grandes amores y desamores de artistas que provocaron creaciones geniales. Ayer me leí tres relatos, tres historias, entre ellas la de Onetti e Idea Vilariño, que me dejaron con ganas de volver. Y la estrella de esa balda es «Don Quijote de la Mancha» en la edición conmemorativa de Francisco Rico que editó Galaxia Gutemberg. Los años pares me leo el Quijote. Este año toca y ya voy por la Bodas de Camacho.

Cada noche intento avanzar un poco. Cada noche intento leer un poco de cada uno. Y les vuelvo a llevar a su balda. Ellos son más civilizados. Saben esperar.

Me falta tiempo.

A veces me sobra todo.

 

 

Lecturas · PROGRAMA

GRABACIÓN Y LECTURA

Hoy grabo el programa 66, que se emitirá el próximo domingo 28 (a las 20 horas, en Gestiona Radio).

Vamos a empezar hablando de Peter Pan porque viene a visitarnos SILVIA HERREROS DE TEJADA, una de las mayores especialistas mundiales en Barrie. Ha escrito una introducción y ha hecho una edición magníficas de «Peter y Wendy» que acaba de reeditar Penguin Clásicos. Tengo que confesaros que no había leído la novela deJ.M. Barrie y me ha dejado muy sorprendido, por la cantidad de planos, por la oscuridad, por la cantidad de aristas que tiene. Es una novela deliciosa, pero desasosegante, llena de reflexiones sobre la imaginación, sobre la realidad, el tiempo, la maternidad. Va a ser una charla magnífica.

Además, hoy nos visita SUSANA MÉNDEZ GAGO, para hablarnos, como todos los meses, de Ensayos. Siempre lo digo y no me canso de repetirlo, es un lujo y un privilegio contar con ella. Hoy vamos a hablar de un libro apasionante «Otras mentes. El pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia» de Peter Godfrey-Smith, que ha editado Taurus. “La naturaleza un día se hizo consciente de si misma. ¿Cuándo empezó el habla interior y la experiencia subjetiva?”

Y para terminar vamos a hablar con EDUARDO LAPORTE. En su sección de Autoficción hoy vamos a hablar de Diarios, pero realmente a mí lo que me interesa es hablar de sus «Diarios 2015-2016», que ha editado Pamiela. No sé si vamos a tener tiempo para hablar de todo lo que me sugiere o me propone. Sus diarios son magníficos, originales, profundos, divertidos. Él mismo dice que más que un diario es un ensayo literario, y estoy de acuerdo.

Y no creo que me quede tiempo para recomendar ningún libro pero he leído esta semana «Ezequiel» de ADOLFO GILABERTE, que ha editado Mármara, y me ha parecido una maravilla. Una novela sobre el dolor, sobre el amor, sobre el deseo, sobre la locura, sobre la familia, sobre lo que todos llevamos dentro y las diferentes formas que tenemos de sacarlo, sobre la extrañeza del mundo, sobre las grietas por el que se nos escapa y por las que somos capaces de contemplar otras realidades. Tengo que escribir una reseña.

Ya os contaré…

Lecturas

COSAS QUE HE LEÍDO ÚLTIMAMENTE – 3

Me terminé «Moravia», de Marcelo Luján, editada por Salto de Página, en el día. Una vez que empiezas no puedes parar porque la historia de bandoneonista Juan Kosic, que quiere sorprender a su madre y demostrarle que triunfó, se va acercando cada vez más al drama, y la descripción de cada sensación, del calor, de los olores, de la sed, del temor, hace que no puedas dejar la lectura, porque te va metiendo en la historia poco a poco, hasta que no queda más que ese paisaje desierto donde termina todo.

La novela cuenta, por un lado, las historias de los personajes, el chico que sale de la Argentina profunda decidido a buscarse la vida y lo consigue, la pobreza, la superación, y por otro lado la familia acomodada que tiene que irse de Praga con la llegada de los nazis, para salvarse. Y cuenta el viaje, lo que motiva a Juan Kosic a volver, lo que quiere demostrar, y cómo arrastra a su mujer y a su hija desde Nueva Orleans hasta ese pueblo casi sin nombre en medio de la nada, más allá de Buenos Aires, el engaño que quiere hacer, la forma en la que ha imaginado el reencuentro. Y al final, el tercer plano, es el desenlace, del que nada diré, que se masca, que se intuye, pero que aún así, la forma de narrar de Marcelo Luján hace que se te encoja en corazón. Y al final la sorpresa del fragmento de «El extranjero» de Camus.

He devorado «La muerte del padre», de Karl Ove Knausgard, editado por Anagrama. A pesar de las críticas que han recibido el autor y la obra, a mí me ha parecido impresionante. No sólo como está contado, esa forma como displicente pero precisa de narrar, entre el diario, los recuerdos, la evocación, donde caben los detalles más absurdos y las reflexiones más profundas, sino lo que cuenta.

Me parece impresionante la historia de la muerte del padre, la llegada a la casa donde el padre donde vivía con la abuela, el estado de abandono de la casa, el caos, y cómo van descubriendo cada habitación, los restos del final de la vida del padre, cómo está contado el descubrimiento terrible de la realidad en la que vivía el padre con la abuela, el descubrimiento del alcoholismo de la abuela, (en una escena brutal en la que los hermanos descubren que el estado de la abuela, ausente, puede responder a la falta de alcohol y se emborrachan con ella, y la abuela revive, empieza a contar sus recuerdos, empieza a despertar), los trámites para enterrarlo, la duda, en un momento dado, de la misma muerte, el reconocimiento del cadáver, la reacción del autor y de su hermano, la relación entre ellos y con la abuela. Me ha parecido brutal.

Pero también me ha gustado descubrir al personaje, cómo era joven, cómo son las fiestas, cómo empieza a beber, cómo se relaciones con sus primeras novias, el descubrimiento de la sexualidad, las relaciones en casa, el divorcio de los padres, esa forma extraña de relacionarse, desde el principio con el padre.

Han sido casi quinientas páginas impresionantes, y ya tengo preparado el segundo volumen para empezar con él, en breve.

Ya os contaré (porque antes voy a atacar a Humboldt…).

Lecturas

COSAS QUE HE LEÍDO ÚLTIMAMENTE – 2

Os sigo contando lecturas recientes:

La última novela de Juan Carlos Márquéz, «Resort», editada por Salto de Página, cuenta la historia de la desaparición de una niña en un establecimiento hotelero y la investigación que se lleva a cabo para encontrarla por parte de unos policías que, haciéndose pasar por veraneantes, se integran en la vida y el funcionamiento del resort. Los policías tienen que hacerse pasar por parejas reales, comparten habitación y, como si lo que ocurre en uno de estos lugares fuera contagioso, empiezan a comportarse de la misma forma que los turistas.

Pero en realidad no trata de eso, porque ni la investigación ni la desaparición importan. Lo que importa es como Juan Carlos Márquez nos pone un espejo delante para ver cómo nos comportamos, cómo es esta sociedad enferma en la que las parejas no son felices pero siguen viviendo juntas, en la que el deseo a veces no deja sitio para nada más, donde nadie es quien quiere ser. Tiene un sentido del humor muy particular y sus personajes están construidos apenas con tres trazos, pero muy precisos. Tiene un final sorprendente que te deja con ganas de más.

También he leído la maravillosa «Apegos feroces» de Vivian Gornick, que ha editado Sexto Piso. Una mujer pasea por Nueva York con su anciana madre y mientras discute con ella va recordando lo que ha sido su vida, en un barrio judío, la historia de sus padres, los vecinos, el descubrimiento de la vida, de su identidad como mujer.

Es una novela extraordinaria, que habla sobre todo de la mujer, pero que habla también de lo que nos construye, de la influencia que tienen nuestros padres, de la forma de crecer, de independizarnos, de como sobrevivimos a la soledad y al amor, a la pareja, y cómo somos capaces de no devolver todo lo que nos han enseñado y crecemos.

Las conversaciones con la madre son brutales, la diferente forma de ver la vida, de una y otra, y también cómo han cambiado ambas, con el tiempo. Es una novela de descubrimiento, de aprendizaje, que habla de la mujer de una forma muy profunda. Y eso que está escrita en 1986. Un gran descubrimiento.

Sin embargo no me ha gustado mucho «Rendición», la novela de Ray Loriga que ha ganado el Premio Alfaguara. No sé muy bien por qué no me la he creído jamás, no me ha emocionado, no he entendido esa ciudad transparente, donde la intimidad desaparece. A lo mejor es culpa mía.  O no era el momento.

Me quedan por comentar los libros de Virginie Despentes, de Luis Sepúlveda, de Agustín Martínez, de Mariana Enríquez y de Antonio Orejudo.

Y sigo con «La distancia que nos separa». Me descoloca a veces, y a ratos me gusta.

Ya os contaré…

Lecturas

COSAS QUE HE LEÍDO ÚLTIMAMENTE – 1

Llevo tres semanas sin hacer el programa de radio y durante este tiempo he leído varias cosas que me han gustado.

Tengo que hacer la reseña de «Una sola palabra» de Joaquín Berges, editada por Tusquets, porque he disfrutado muchísimo con ella. De hecho me duraron apenas dos días sus más de cuatrocientas páginas. Deliciosa la historia de una prestigiosa periodista que ha perdido parte de su memoria por un ictus y que trata de recuperar sus recuerdos ayudada por sus amigos y sus familiares. ¿Cómo veríamos nuestra vida si alguien nos la contara? ¿Pensaríamos que nos hemos equivocado? ¿Entenderíamos el porqué de nuestra decisiones? ¿Nos caeríamos bien? Me ha parecido una maravillosa reflexión sobre la identidad, sobre lo que sabemos de nosotros mismos, sobre nuestros errores, sobre cómo la vida nos va transformando, sobre lo importante de la vida. Es una novela amable que se va volviendo más dura según va descubriendo cosas de sí misma y de su pasado la protagonista, que mantiene el tono y la tensión. Creo que es la cuarta novela que me leo de Joaquín Berges que me ha gustado, que me ha parecido interesante por alguna razón. Hay que leer a Joaquín Berges. Si alguien me preguntara ahora mismo por una novela para llevarse en la maleta diría sin dudarlo «Una sola palabra».

Otra novela que me ha gustado es «Estirpe» de Marcello Fois, editada por Hoja de Lata. Voy a leer más cosas de este autor sardo porque me ha parecido impresionante, y eso que me da la impresión (y aquí va una verdad de perogrullo) de que es imposible traducir ciertos aspectos de la forma de hablar en Cerdeña, de ese sardo cerrado lleno de ues, y que debe ser delicioso leerlo en italiano. Es la historia de una familia (una estirpe), llena de dramatismo, de emoción, que cuenta un territorio y una cultura extraordinariamente. Magnífica historia y magnífica forma de contarlo. Y es la primera parte de una trilogía. Habrá que estar atentos.

Además he leído a Virginie Despentes, a Luis Sepúlveda, a Agustín Martínez, a Mariana Enríquez, a Ray Loriga, a Juan Carlos Márquez, a Vivian Gornick y a Antonio Orejudo.

Por cierto, no me ha gustado la novela que comentaba ayer, «Musa» de Jonathan Galassi. Hay un capítulo delirante dedicado a la Feria de Frankfurt, y algunas reflexiones valiosas sobre el mundo literario, pero me ha aburrido. Lo siento.

Os lo seguiré contando…